Es de sobras conocido que en Cataluña, durante la noche de San Juan, se encienden hogueras en las plazas de todos los pueblos. Pero existe otra tradición igual de ancestral y menos conocida ligada a las celebraciones del solsticio de verano: recoger plantas medicinales y crear con ellas un ramo de la suerte.
Según la creencia popular, las hierbas deben recogerse justo antes del amanecer, cuando están cubiertas de rocío, pues en ese momento sus virtudes curativas son más intensas. La composición del ramo varía según cada pueblo y la flora de su entorno, pero hay cuatro plantas que siempre se suelen incluir: el hipérico o hierba de San Juan, la siempreviva, el nogal y el crespinillo o uva de gato. El ramo puede tener forma de corona, guirnalda o palma. En algunos pueblos la tradición dicta que se debe colgar en la puerta de casa, mientras que en otros se guarda y se quema en la hoguera del año siguiente.
Se trata de una tradición pagana que en ocasiones ha incorporado elementos del cristianismo. Un ejemplo de ello lo encontramos en los ramos en forma de cruz, o en el poema de Jacint Verdaguer que liga esta tradición con una fábula para aprender a reconocer al Diablo.
La celebración tradicional que llamó mi atención y que me inspiró durante la escritura de Sendero de estrellas es un ritual que aún se celebra en una región del Conflent (Pirineos franceses). En el pueblo de Codalet, los vecinos recogen las hierbas durante la noche de San Juan y al amanecer llevan los ramos en procesión a la ermita de Sant Joan de Dossorons, donde son bendecidos en una misa muy peculiar. Según algunos registros, muchos pueblos de los Pirineos orientales solían celebrar rituales similares a este y en la novela inventé un episodio que podría explicar su origen por iniciativa de Feliu, el sacerdote sencillo y bondadoso que abre la historia.
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